La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

jueves, 30 de octubre de 2008

Sobre la innaturalidad y naturalidad de la sexualidad.




Son variadas las dimensiones desde las que puede ser evaluada la sexualidad. Su dimensión biológica nos recuerda nuestra animalidad, nuestra plena constitución zoológica. Por cierto, que esta inmersión en la animalidad no debe verse como una descalificación, sino simplemente como el empleo de una taxonomía que cierta antropología espiritualista no ha podido digerir aún (el atragantamiento evolucionista materialista) y como la base misma de resignificaciones que sólo el animal humano es capaz de inaugurar en la economía de la sexualidad.
Otras dimensiones antropológicas (moral, política, estética, hedónica, etc.) de la sexualidad aparecen como deudatarias de aquella primera asignación ontológica del ser humano: animalidad o angelidad, materialidad o espiritualidad. Las reflexiones morales acerca del sexo (dudas acerca de la conveniencia de su práctica en tales o cuales condiciones, acerca del modo de su realización, etc.) tendrán devenires disímiles según cual sea el punto de partida adoptado. Gran parte de los problemas inherentes a la sexualidad podrían disolverse en meros prejuicios cuando se asume que la naturalidad sexual nos habrá de acompañar mientras vivamos como nos acompañan otras necesidades fisiológicas que sin embargo hemos absuelto casi totalmente de responsabilidad moral.

martes, 28 de octubre de 2008

Juegos, juegos de azar y juegos de supervivencia.


El juego suspende el orden de la realidad. Mientras jugamos la causalidad del mundo se pone en paréntesis. El encanto del juego radica en esa fugaz omnipotencia que nos confiere. Desidentificarnos, cuestionarnos, transformarnos reporta un gozo exquisito. Si bien una gran parte de los niños no necesitan inventar mundos paralelos porque para ellos la fantasía es todavía la ley más frecuente que ordena los fenómenos, el juego, refuerza en ellos la magia de habitar territorios sin límites ni carencias.Para los adultos el juego comienza a ser una huída clandestina. Tanta realidad domesticó el poder de fantasear y solo nos atrevemos a lo lúdico en ocasiones muy especiales y esporádicas. La forma de jugar más frecuente a la que acude el adulto es el juego de azar, juego que severamente condenan las leyes de la seria vigilia y los administradores del recato racional. Pero quien se adentra en el universo de los juegos de azar no traiciona en absoluto la inutilidad u ociosidad de los juegos en general (que una vez que terminan la realidad nos alerta de que el orden del mundo no es el que regía mientras jugábamos), sino que desea radicalizar esa potencia transformadora del juego, desea interferir la causalidad ignominiosa del mundo real: desea que la vida entera se vuelva el juego cotidiano del trabajo, del dinero para comer, vestirse y disfrutar, que las mezquindades que el orden social impone a las grandes mayorías sean definitivamente derrocadas por un dinero que se ha ganado, súbita y fantásticamente, prescindiendo de las espantosas leyes que rigen la obtención de dinero por parte de quienes el único juego que están autorizados a jugar es el de la contingente reproducción de sus propias existencias físicas.

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Los intelectuales aristocráticos y los medios de comunicación plebeyos.




¿Qué determina nuestra forma de pensar en los primeros años del siglo XXI? Me lo pregunto en el sentido que contestaría que a fines del siglo XIX en Argentina, el monodiscurso liberal, científico, higienista, determinaba incluso la forma que adoptaba el Estado. Intelectuales como José Ingenieros, Víctor Mercante, Joaquín V.González, Carlos Octavio Bunge, entre otros, poseían un discurso que da forma a la realidad (o la realidad quedaba en algún sentido constituida por la palabra de estos referentes intelectuales. Ese lugar lo ocupan fundamentalmente los medios de comunicación, son ellos los que conforman la agenda de lo real, lo que existe, lo que se tendrá en cuenta cada día.No hay en esta constatación ningún tono nostálgico o reaccionario tendiente a glorificar una supuesta superioridad del pasado. Se trata de reconocer quiénes son los que escriben el libreto de gran parte de la vida cotidiana. La radio y la televisión, preponderantemente, tienen el poder de inventar la realidad. Y esto tiene una gran ventaja respecto de la situación referida en relación al pasado: una cierta democratización de la realidad. La realidad pertenece ahora a un número mayor de personas. Antes la realidad circulaba entre los miembros de una aristocrática elite.En tal sentido, la baja realidad creada por los medios de comunicación posee un mayor valor liberador que la alta realidad imaginada por y para unos pocos privilegiados sociales.

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