La fobia antinominalista.
"Debe existir algo detrás de los nombres. Algo que subyace y permanece idéntico." Este es el lema esencialista. La fobia apunta a la negación de la contingencia. El amor no puede estar en las palabras. El amor es una esencia; jamás puede ser un constructo semántico.
Pero la gozosa realidad es que la palabras dicen el amor. El amor se agota en las palabras y en el subsecuente hecho que esas palabras instauran. Más allá de lo expresado por el discurso el amor es impotencia, fracaso o nihilidad. En efecto, ¿cuál es el ser y el valor de un amor no declarado jamás?. "Yo te amo", es una expresión performativa que instaura la totalidad del amor.
Estamos diciendo que los hechos y el discurso se hallan genuinamente vinculados. Estamos diciendo que no hay un plus de significado que trascienda las palabras: una hipóstasis nunca enunciada, pero siempre ontológicamente poderosa.
Se podría refutar la concatenación que efectuamos (entre hechos y discursos) alegando que las palabras suelen esconder intenciones arteras o ser puras promesas vacuas. Pero prestemos atención que aún en este caso, las palabras están instaurando la realidad: en este caso instaurarían una realidad viciada, falsa, pero siempre vinculada a la palabra enunciada.
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