La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

martes, 27 de abril de 2010

Antropología de la corporeidad. El animal que calza (14)





Envuelve la maledicencia, la profana y la científica, un cúmulo de descalificaciones para el que detiene su mirada en el pie de la mujer que se desplaza despreocupada por la vereda. Y el voyeur envuelve al pie observado en una estética e inútil mirada de asombro, casi pueril si no fuera porque la sensualidad regula el tránsito químico-espiritual del entusiasmo. Rara evaluación la que efectúan los moralistas del saber y de la vida: impugnación psicológica para un ejercicio de suave ociosidad. Los ojos que se caen en la génesis de un cuerpo, que la esbeltez de la prótesis vuelve casi alado. No hay procacidad ni morbo en el ojo que desnuda, a un mismo tiempo, el arraigo terrenal y el vuelo preñado de artificialidad. No revela la mirada de la inocente sandalia ninguna anomalía paidófila: denota apenas el escozor antropológico que supone el descubrimiento erótico del otro.

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domingo, 25 de abril de 2010

Erotismo y pornografía: algunas preguntas profanas.


¿Qué índole de placeres prometen el erotismo y la pornografía? ¿Se trata de un orden de goces estrictamente radicados en la genitalidad? ¿Todo lo involucrado por estas dimensiones expresan la saturación gozosa de lo erógeno? ¿No hay acaso detrás de ellas mucho más que la satisfacción de descargar tensiones que acumulan fluidos genitales? ¿Los goces supra-sexuales de la contemplación estética de los cuerpos desnudos sólo se alcanzan en lo que confusamente llamamos erotismo y no así en la, también, equívoca realidad que llamamos pornografía? ¿Podríamos pensar que los placeres más refinados del erotismo no son sino goces incompletos y timoratos frente a los más radicales y desenfadados que proporciona la baja pornografía? ¿Debe reprimirse la estimulación erógena que la imagen erótica deja en el cuerpo y en los islotes sexuales de la conciencia? ¿Debe condenarse la lascivia del pornógrafo cuando siente la penetración en la restrictiva geografía de su cuerpo aislado?

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jueves, 15 de abril de 2010

Las cotidianas relaciones entre erotismo y pornografía


Es evidente que el deseo humano muta en los complejos meandros del delta neuronal del cerebro dejando parte de su excitabilidad animal para convertirse en una sofisticada y compleja estructura simbólica de poderosos algoritmos lógicos que ya no pueden ser reducidos meramente a instintivas o biológicas pulsiones desprovistas de un plus de significaciones trascendentes.
Pero la metamorfosis que recarga de sutileza y refinamiento al deseo sexual en el ser humano, no tiene nada que ver con el supuesto dualista-espiritualista de que coexisten en nuestra especie dos naturalezas diversas y aún antagónicas: una sublime, alada, espiritual; la otra material, corpórea, sede de los bajos instintos. Que en el rio de la mente el deseo encuentre artificiales canales que lo conducen a polimorfos resultados (siempre mediados por la materialidad racional de la cultura), no significa hacer concesión alguna a la perversa metafísica de la mítica dualidad que representa a un ser inocente expuesto a las tentaciones oscuras y desestabilizadoras de la carne -aberrante y diabólicamente expuestas en el formato de lo pornográfico- que no hacen sino pervertir el innatismo espiritual de las virtudes humanas. No parece difícil advertir detrás de esta caracterización nacida de un ideario puritano, reaccionario y mojigato una tajante distinción entre el erotismo y la pornografía, que es lo mismo que distinguir entre lo sublime y lo bajo, entre la insinuación y la exhibición obscena, entre el buen gusto y el mal gusto, entre lo delicado y lo grosero. Binariedad artificiosa, sospechosa, insidiosa, ideológica, ascética, celestial que apunta a la descalificación de nuestra animalidad controlada, a la negación de nuestra zoología mesurada.

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martes, 6 de abril de 2010

El animal que viste. Humanidad de la moda.


La ropa marca los cuerpos. Por eso la moda es mucho más que frivolidad. El cuerpo se busca en la ropa, en el calzado. Se encuentra a sí mismo. El diseño de la vestimenta, su textura, suponen una adecuación a nuestra corporeidad como singular. No es irrelevante el tipo de ropa que uso para embellecerme. No se trata meramente de cubrirme animalmente. No es la ropa el remedo de una guarida, no es una choza móvil, un caparazón. La ropa es uno de las marcas identitarias de nuestro cuerpo. La prenda se desliza por la piel como una caricia, la belleza del diseño hermosea mi rostro, mis formas, mis dimensiones. En ese sentido la moda es una dimensión antropológica absolutamente vinculada a la libertad espiritual y a la capacidad tecnológica del ser humano. Nuestra artificialidad es también la ropa. Sus mutaciones, sus cambios, sus evoluciones tienen que ver con la especificidad de nuestra animalidad. Somos animales que vestimos siguiendo las normas de la estética, los mandatos del gusto, los caprichos de mi vanidad.

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