DESEO Y REVOLUCIÓN.
El capitalismo dosifica el tamaño
del deseo. No afirmo que el deseo es un absoluto trascendente, pero si enfatizo
que la dimensión del deseo sufre la peor de las inducciones mutilantes: la
económica-social-cultural. El volumen del deseo se halla en relación directa
con los medios materiales y simbólicos con que contamos. Por cierto que las
formaciones económicas pre-capitalistas también determinaban desigualdades en
la corpulencia del deseo, pero es con el capitalismo y la forma mercancía que
el deseo es cooptado por la maquinaría de la producción para la ganancia y se
convierte, en su desigualdad, un factor central en la conformación del
fetichismo de la mercancía.
El proletario adecua el espesor
de sus deseos a las migajas de su salario. La sociedad con sus institutos del
suplicio hace circular el conformismo, es decir una actitud anímica de
resignación y sacrificio sostenida por vehículos ideológicos que instauran la
burla, la mentira y el fraude como componentes normales de la convivencia
social: lo fraudulento social dice en diversos códigos que algún día el tamaño de nuestro deseo se incrementará en la medida que
se persista en la decencia ciudadana, en la obediencia legal y en la fe trascendente.
Por todo ello es que hablo de la
revolución del deseo, esto es una sublevación general que emancipe -aún antes
de que se hayan concretado los pasos empíricos en pos de la supresión del falaz
espectáculo capitalista- al deseo de todas sus trabas ontológicas para que se
convierta en la verdadera medida de lo antropológico. Se trata de desear
desmesuradamente, sin cortapisas, sin morales y sin límites legales. El deseo es
la medida de la humanidad emancipada.
Etiquetas: capitalismo, conformismo, deseo, institutos del sufrimiento, mercancía., revolución