El cuerpo de la historia. Los
seres ocultos.
Que el invento histórico devore, en
su ficción ontologizada, a los cuerpos no significa que los cuerpos no existan.
En rigor solo los cuerpos con sus afecciones, alegría y dolor, son los
protagonistas de la vida, y por ende de la historia de lo humano. La carne es
el último reducto ontológico en que se inscribe la inteligencia y la razón.
Todo discurso es, en última instancia, verbalización de la piel, lenguaje de la
sensoriedad. Y los cuerpos han estado ocultos en esa historia de espectros que cobran
densidad en las estatuas, los monumentos y los mausoleos. Los cuerpos han sido
el abono de la tierra, el mutismo intelectivo, el silencio del sentido.
Transformaciones alquímicas que mutan lo más concreto en lo más inasible y en
lo menos recordable. Pero no es casual el olvido del cuerpo, porque el cuerpo
remite a la fragilidad y a la grandeza de la existencia de la especie humana.
Es decir que remite a la mutación, a la varianza, a todo aquello que pretende
ser contrarrestado en las narraciones de la historia ontológico-filosófica.
Etiquetas: espectros, Historia corporal, historia ontológica.