La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Biopolíticas amorosas.


La custodia de la sociedad acerca de mis decisiones se hace insoportable. Un gran Padre, una gran Madre biopolíticos que velan por mi vida biológica, y desde allí, deducen la naturalidad de mi moral, es decir la vía natural para que continúe siendo lo que soy. Me cuidan para que no me autoinflija daños corporales ni me aparte de los buenos modales. Me quieren ver bueno a toda costa, con una benevolencia universal conmovedora. Me cuidan de lo que tomo, de lo que como, de lo que toco. Una poderosa motivación amorosa guía a esos grandes padres anónimos o descentrados, porque no hay un centro único del cual mana su amorosa prodigalidad. Por todas partes (aún dentro de mi mismo) está distribuido ese dulce biopoder que me custodia el cuerpo, esa mansa bioética que me protege el alma. Hay tanta bondad en ese amor-poder difuminado capilarmente que se me hace casi imposible sentirme solo y encontrarme íntimamente conmigo mismo. Siempre algún dispositivo cariñoso se interpone entre mis deseos y lo que debo hacer. Esa mano humanitaria rompe las cuerdas flojas y cuando no puede esconderlas me pone redes densas, poderosas que me impiden desaparecer. Siempre me contienen. Me ponen cinturón de seguridad cuando voy en mi automóvil, me maniatan para hacerme libre. Por doquier me instilan gotas que protegen mis órganos íntimos. Me siguen con la parafernalia cibernética para evitar que algún día se me cruce por la cabeza la impía idea de suicidarme, aún cuando alguna enfermedad haga mi vida insoportablemente indigna de ser vivida

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