La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

lunes, 3 de marzo de 2014




PALABRAS PRONUNCIADAS POR OSCAR TOMÁS AIMAR EN LA PRESDENTACIÓN DE MI LIBRO.
Sobre El animal que calza.

Cuando jóvenes solíamos juntarnos con Abelardo y algunos otros amigos a tomar cerveza y propinarnos mutuamente, con justificada timidez, textos y poemas. Ya no recuerdo cual de las dos actividades era la excusa para la otra , pero recuerdo que los textos rezumaban un fuerte narcisismo moral. Eramos dramáticos y sacrificiales. Comparabamos nuestra interioridad con el exterior de los otros, y nos sentíamos mejores, claro. Borges nos había definido : jugábamos a ser Hamlet. Nos gustaban los atardeceres, los arrabales y la desdicha. Sin saberlo, por via de guevarismo, eramos muy cristianos. Si advertíamos que algún otro no estaba suficientemente triste, nos sentíamos ofendidos.
Un libro como el que ahora escribió Abelardo, sin recurrencias al victimismo, el sacrificio y la muerte heroica, nos habría parecido frívolo, en aquel entonces . Ahora estamos aquí para celebrar este libro que enaltece la moda, la belleza, el hedonismo. Como cambia uno; está bien que son muchos años, pero también es mucho cambio…
Pero puede pensarse, para volver a vincularnos con los jóvenes que fuimos, que la obra que ahora nos ocupa deriva de aquellas cervezas, más que de aquellas ideas.
El libro se atribuye desde el prólogo algunos defectos ; cierta incompletitud metodológica, residuos filosóficos en su costura expositiva, como dice textualmente el autor, y algunas redundancias. (Las redundancias, dice admirablemente el texto, no deben considerarse estafas autorales, sino balbuceos de adolescente que no da con la palabra adecuada.)
Yo agrego, de mi cosecha, dos defectos que lo mejoran. Uno, cierta arbitrariedad, cierta indiferencia a rendir cuentas, sin las cuales el texto no tendría la potencia anárquica que lo vitaliza.
Y otro, principal, : la inoportunidad. Cuando en la librería vemos la mesa de novedades, especialmente en el género de no ficción, no hay otra cosa que previsibilidades. Polémicas entre periodistas, lanzamiento de basura hacia uno y otro lado de la grieta, diatribas contra el glifosato o la minería a cielo abierto, textos sobre violencia de género o sobre el último caso de bullyng en la Adolfo Alsina.
El acatamiento de la agenda se vuelve oportunismo, y éste previsibilidad, la sensación es un deja vu permanente.
De este libro, en cambio , se puede decir cualquier cosa, menos que lo esperáramos. Por eso creo que, entre tanta oportunidad sospechosa de oportunismo, su imprevisibilidad, su inoportunidad, devienen en un soplo de frescura, un grata sorpresa para el potencial lector.
Lo natural del hombre, dice Abelardo, es su artificialidad. Esto, además de ser una hermosa paradoja, es indiscutible . El hombre empieza a serlo cuando su mano se arma de una herramienta, acto de sofisticación irrepetible, que lo desigualó para siempre de la naturaleza. Mas que los celulares inteligentes, más que las modernas tecnologías, aquel si que fue un acto de sofisticación.
Lo que certifica la humanidad es la artificialidad, podríamos decir con el autor. Y una de las grandes creaciones artificiales del hombre es el erotismo. Que es el resto diferencial humano respecto de la sexualidad reproductiva.
Por eso, considera el autor, el erotismo y sus soportes, la belleza, el placer, el hedonismo, la estética, la moda, merecen ser defendidos. Reivindicados , podríamos decir, por la revolución absoluta. Al contrario que los rumbos que tomó gran parte del pensamiento revolucionario, sacrificiales y suicidas, el autor intenta una puesta en valor de lo hedónico y lo placentero.
Cito textualmente: Soy consciente que hacer radicar el objetivo del obrar político en una conquista hedónica no ha sido un finalismo recurrente en la teoría y la acción revolucionarias.”
Y en otro lugar: “La conquista del placer es el reaseguro de que se transita hacia un cambio radical de la organización social , política y económica vigente.”
Pero el autor acepta que “ la conquista de la felicidad y la derrota del dolor constituyen la condición sine qua non para pensar la moda. Cuando la moda se halla al servicio mezquino e indiferente de los deseos de las minorías opulentas, significa la perpetuación de instituciones, dispositivos y prácticas conservadoras.” En cambio: “ La justicia y la libertad revolucionarias suponen también el ingreso irrestricto y universal al universo de lo frívolo. Porque es importante tener en cuenta, dice , que la renuncia a los patrones de belleza hegemónicos no siempre constituye un éxodo rebelde hacia otros territorios de subjetivación. A veces es una derrota que instaura dolorosas conductas de renunciamiento , cierro comillas. Eso es impecable.
A diferencia de las reivindicaciones básicas, podríamos decir puritanas, de las revoluciones de subsistencia, el grito de Abelardo podría ser, hubiera sido. ¡Todo el placer para los soviets! Salvadas las molestias que este slogan puede ahora provocar en un anarquista…
Es en ese convencimiento, y a esos fines , que el autor centra su mirada en el pie humano, preferentemente femenino, claro.
Es cierto que hay una carga antropológica especial en el pie. Yo mismo nunca me he sentido más humano ni más hermoso que viendo la huella de mi pie desnudo en la arena. Recuerdo haber pensado que a un observador extraterrestre le hubiera bastado la contemplación de esa marca para asegurar la existencia de vida inteligente en la tierra. A pesar de haber sido ocultado, física y conceptualmente, de haber sido interdicto y escarnecido, el pie se las arregló para seguir cargando un valor antropológico potente. Es que es muy humano, el pie humano.
Desde ese punto de partida, desde ese pie, el texto de Abelardo crece durante páginas y páginas, dejando expresa constancia de una lucha . La lucha entre el pensamiento puritano , censor y devaluador , militante irrrestricto de una sexualidad no erótica, meramente reproductiva; y en el otro campo la defensa de su belleza, de su erotismo, de su dignidad , ejercida por el pie humano. Pero el pie también es para el autor una excusa para hablar de la sociedades, de la política, de la historia, de las religiones , de la censura , de las múltiples prácticas sexuales , del anarquismo, del pensamiento de izquierda, de las revoluciones.
Yo pondría , tan solo por molestar y para no contar solo las maduras, una objeción: El libro se propone en el prólogo un espíritu tolerante . No dudo de la intención, pero cierto tremendismo en el estilo, cierta tendencia a usar expresiones muy valorativas, dificultan a veces tan loable propósito. Esquizoide, davastadora, gazmoños, mojigatos, son adjetivos que el autor aplica a órdenes de ideas que no comparte; no digo que no tenga razón, ni que la aplicación de juicios de valor sea negativa, pero hay cierto extremismo verbal que le quita tolerancia a la obra. Pero bueno, después de todo, como observó Sinome de Beauvoir , peor es dejar que las convicciones se degraden a meras opiniones…
Volvamos al texto: el autor no solo se detiene en el pie anatómico, en la frutalidad de los dedos , en la bóveda del metatarso, en la curva alusiva del arco. Se ocupa también del calzado , que es el complemento cultural del pie. Así , desde los high heels, pasando por los polémicos chopines venecianos, los zapatos con plataformas, la bota militar, el zapatón obrero, los tacos altos, las sandalias, hasta las “altas llantas “ suburbanas, de cuñó deportivo, le provocan ideas al autor.
Creo que cabe recordar que las zapatillas deportivas son un botín muy preciado por los delincuentes juveniles. En el orden de ideas de este libro, el ladrón suburbano de zapatillas sería algo asi como la vanguardia expropiadora de la revolución por el hedonismo.
Leyendo este texto nos pasa lo mismo que a Eloísa; nos encontramos con un Abelardo erótico, lujurioso, apasionado . Repetimos la gozosa sorpresa de Eloísa. A propósito, es bien posible que el romance entre aquel filósofo y su alumna haya empezado con tocamientos de pies por debajo del scriptorium en que estudiaban. Se puede imaginar algo más erótico que un roce de pies, el primer roce intencionado, en ese ámbito ascético, monacal? Así se justificaría aquel dístico que decía : “No estudiemos tan de prisa, dijo a Abelardo Eloísa”. Eloísa, sabia , no tenía apuro. Parece que la alumna era, en esa disciplina, la maestra de su maestro. Estaba disfrutando morosamente de esa construcción, ese artificio humano que es el erotismo
NO estudiemos tan de prisa; es el manifiesto del erotismo como ralentización del deseo. Ejercicio que le salió bien caro a su amante, porque el poder lo reprimió por donde entendía que debía hacerlo, privándolo de su genitalidad reproductiva. Es cierto que a ella también; en ese caso, el cuchillo y el convento cumplieron el mismo cometido.
Y ya que en el convento estamos, puede perfectamente pensarse que aquella sanción divina al pecado original no actúa contra la carga sexual del acto, sino contra su carga de artificialidad, es decir de humanidad especifica. Porque lo meramente sexual estaría previsto en el “creced y multiplicaos del Génesis. Pero el animal creado por Dios empezaba a volverse otra cosa , empezaba a artificializarse, empezaba a volverse un hombre, y el creador, que tonto no era, se la vió venir. Y nos expulsó del paraíso de lo natural.

Habrán notado que a veces he emigrado del texto que nos convoca, hacia territorios vinculados por las ideas que el autor prodiga, aunque no visitados estrictamente por él.
Es que también estamos ante un texto que hace pensar en otras cosas: en la cantante de salsa que caminaba descalza por Valparaíso , en Lenin, que dijo “los soldados rusos votaron con los pies”, en las comisarías donde les cortaban los tacos a los compadritos, en Rosa Luxemburgo, que no admitía que su militancia revolucionaria se identificara con la abnegación. Y estando presa se pintaba los labios, y adornaba con flores su calabozo…
Creo que esa facultad de abrirse camino por la imaginación y los recuerdos de cada lector, esa capacidad multiplicadora, esa aptitud del libro para hacernos pensar también en cosas que no dice, es uno de sus atractivos.
En definitiva, estamos ante un orden de ideas que desafía el disenso, que tal vez lo provoca y lo merece, que no servirá todavía para ganar elecciones, pero que tiene el mérito de ponerse a salvo de ciertas derivas negativas que han tentado al pensamiento revolucionario; el amor a la pobreza , al sacrificio,al ascetismo, el culto del verdugo y de la muerte.
Texto nada fácil ni complaciente; colisiona más de una vez con nuestros modos inerciales de pensar , y exige un permanente ajuste de paradigmas. Un texto con el que se puede disentir, pero que nunca deja de provocar, y es una puesta en evidencia de la laxitud con que cotidianamente pensamos.. .Y constituye en definitiva un libro que es para chuparse los dedos…los dedos de los pies obviamente.


El costo del libro incluido el envio internacional es de U$S  30.-

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