AMPLIACIÓN DE LA SENSUALIDAD Y LA SEXUALIDAD.
¿Qué determina la sensualidad de
algo? Indudablemente que se trata de una cosa o una acción vinculada a una
excitación de los sentidos y a su traducción mental en términos de deseo, fantasía,
satisfacción y plenitud. De esta primera aproximación podemos efectuar diversas
inferencias aclaratorias. Por una parte desechamos el equívoco recurrente que
disocia a la sensualidad de la sexualidad. Saltar ese yerro profano abre un
laberinto de ricas experimentaciones sensoriales que conducen a un concepto ilimitado
tanto de lo sensual como de lo sexual.
Si pensamos en el pie y en el
zapato, de quienes muchos dicen que son objetos sensuales, podemos efectuar una
analítica fenomenológica de lo que ellos suscitan cuando les adjudicamos este carácter
de sensual. La forma y el tamaño configuran los impactos cósicos más importantes.
Las desproporciones y los defectos, generalmente, debilitan o anulan el efecto
sensual del pie. Por cierto que dentro de la forma incluimos el color, el largo
de las uñas, la curva del arco, la suavidad o aspereza de la piel. Todas estas
cualidades o potencias nos hacen advertir la desmesura hedónica que se obtiene
de cruzar los conceptos sexualidad y sensualidad a propósito del pie.
La moral de catecismo clausura
estas asociaciones y priva a los humanos de experimentar consigo mismos
potenciando los órganos de producción, recepción y concesión de placer. La
sexualidad no puede restringirse a los órganos reproductivos ni a las zonas
conspicuamente tenidas por erógenas. Mucha piel se abre al placer cuando
dislocamos a lo sexual de la procreación y, en ese sentido, creamos un ser
recorrido por tensiones eróticas que se extienden desde los pies a la
cabellera.
La estupidez de las psicologías
normalizadoras califica de perversiones o parafilias a todas aquellas conductas
sensuales que equivocan el objeto normal del deseo. Los fetichismos se
multiplican porque se entroniza como efector sexual al pene y a la vagina.
Centímetros de la piel actúan como espacios restrictivos del goce sexual
condenando al cuerpo a un exilio tortuoso del templo morboso de los placeres.
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