Democracia poética: la libertad de nombrar inesencialmente.
La red de conceptualizaciones que
estructuran el entramado social tiene por principal objeto distribuir a los
individuos en compartimentos ontológicos: así, ley, constitución, derecho,
libertad, moral, anómalo, por citar sólo un minúsculo grupo de significantes y
significados lingüísticos-semióticos. El lenguaje es el modo humano de
constituir el mundo y las relaciones que entablamos con él. Las palabras en su
inocencia sonora o gráfica desatan la sucesión de acontecimientos que
constituyen la vida social-política-cultural humana. Por ello, nuestras
adhesiones, manifestaciones y acciones nos ubican en sitios de la realidad que
nos definen esencialmente en lo que
somos. Esto significa que todo gesto personal-individual es, en rigor político.
Una palabra disonante puede desatar nuestra persecución por parte de las
fuerzas socio-institucionales. No existe democracia cuando las palabras se
adscriben a la manifestación paradigmática del ser. La democracia supone la
posibilidad de revertir, destruir, reconvertir, resignificar significados y
significantes. La democracia es poética, es decir es el reino de la metáfora,
el modo libérrimo de decir la realidad.
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