La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

miércoles, 11 de abril de 2012

Heurística de la prostitución.(otra versión)


La construcción del objeto del deseo está abierta a la ingeniosa sensualidad de la libertad. Las intensas conminaciones del cuerpo estructuraron los caminos de la dignidad humana. De las necesidades corporales manan las conquistas antropológicas: hambre, frio, dolor, deseo posibilitan mediaciones autoconstructivas. Así es como muchos siglos de prohibición y mutilación erótica determinaron la hegemonía procreadora de los órganos sexuales. La sexualidad quedó secuestrada en la reproducción, normalizando el coitus naturalis. La interpenetración de los órganos genitales es la forma medicalizada de la procreación. Podríamos perfectamente ubicar a esta anatomía y fisiología de la reproducción en capítulos asexuados de la ciencia médico-biológica, sin asociar a la palabra sexualidad un ápice de goce. La sexualidad reproductiva se ha asfixiado en los asépticos alcoholes que custodian la función natural de continuidad de la especie). Otras utilizaciones de los órganos reproductivos se halla absolutamente vedado por el Index prohibitorum donde se califican las bestialidades y aberraciones anti naturales, contra naturam. El sexo oral, anal, homosexual, se hallan demonizados y prometen el infierno a quienes incurren en su pecaminosa práctica.
El mapa de las aberraciones que traza el poder pastoral se encarna potentemente en los cuerpos: la incursión por esas tierras anómalas se convirtió en un verdadero tabú. La normalización (angelización montada paradójicamente en la genitalidad burdamente animal) de la sexualidad volvió monótona y aburrida su práctica. Al amparo de la hipocresía social (siempre tolerante a escondidas con las desviaciones), el cuerpo sagrado de la prostituta guarda en su memoria sensual la memoria del pacato sexo monógamo y sus aburridos protocolos que prescribían-prohibían  posiciones, fervores, gemidos y expresiones soeces. La prostituta es el ángel rojo de la libertad. Dimanan de sus licencias creaciones proliferantes. Por ello, los creadores (políticos, científicos, artísticos, etc.)[1] han apelado a la heurística de la prostituta, a su capacidad de invención, a su frescura, a su irreverente monstruosidad. Prostituta es el epítome de la libertad. No se trata de una necesaria referencia a quien “vende” su cuerpo, sino más bien una alusión a quienes tienen la bendita osadía de deconstruir normalidades. No en vano el (pobre) lenguaje  de la intimidad de los amantes registra el término puta como un precipitante erótico. 
 Atesora la prostituta enciclopedias de la piel, voluminosos tratados que nunca han sido escritos y que, sin embargo, reproducen la sabiduría privada de quienes desnudan la piel y el alma en el camastro de la entrega confidencial. Como verdaderas pitonisas del deseo, las hetairas huyen del destino reproductivo para ingresar a la compleja creación del placer. Mece la invención artística en sus pechos generosos y en la diagonal púbica. La ciencia formula sus hipótesis al amparo del eterno instante en que su dulce profesionalismo se escabulle del circuito bastardo de la ganancia capitalista.
Compañera insobornable de la angustia y los fracasos. Acoge el dolor y lo transmuta en risa. El aroma profano del tabaco y el whisky se recrea litúrgico y sagrado al pie de su desnudez de virgen pecaminosa. Su amor, multiplicado escandalosamente, suaviza las heridas y reacomoda la subjetividad. Psicóloga de los humores venéreos, arquitecta de la carnalidad, abogada de las infidelidades, economista del gasto improductivo, poetisa del placer y de las redenciones. Calificaciones que no agotan su potencia erótica y sus modulaciones orgiásticas, su poderío heurístico, su humanidad duplicada, su avenida revolucionaria.
   


[1] Quitando la inexcusable barbarie con que actuó el brutal conquistador de Abya Yala, hay que admitir que el psiquismo de esos castrados sexuales se vio sacudido ante la sabiduría libidinosa de otras etnias y culturas en las cuales el erotismo sexual formaba parte de la vida cotidiana como un ingrediente de goce y hedonismo.

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