La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

jueves, 2 de abril de 2009

Amador, Charly García y la gozosa producción de zombis.


Hace 20 años tuve un alumno muy especial. Ya su apellido lo era: Amador. Rubio, muy blanco, de ojitos claros y una barba demasiado joven. Había escrito un libro de filosofía, lleno de lugares comunes, pero cosido con un hilo absolutamente original que hacia imputar esa producción solamente a su precoz genialidad. Escribía poemas de amor. Creo que vivía siempre enamorado. Siempre tenso su espíritu hacia vagas idealidades. Peyote, cucumelo, cannabis, no se que sustancias deambulaban por su sangre regalándole calidoscopios. A veces, una sonrisa fina se deslizaba por sus labios dejando entrever que dentro de su psique un ejército de rameras lo conducían a la plenitud metafísica. Hasta que decidieron interrumpir sus conatos de fantasía y sus revuelcos extáticos por los dulces ríos de la filosofía. Comenzaron a normalizarlo….Desapareció por un tiempo extenso de mi vida. Un día volvió como un zombi. Los ojos extraviados en un punto ciego. Se deducía de su caminar pausado un cansancio vital que no condecía con su juventud corporal. Se quedó un largo tiempo conmigo sin decir nada. Le habían secuestrado todos y cada uno de sus fantasmas. Habitaba la normalidad…
Un día el diario me impuso de su muerte policial. Se había arrojado desde la terraza de un edificio buscando liberarse del zombi. Yo siempre pensé que habrá conjeturado en ese supremo instante que se reencontraba con sus amistosas quimeras, con sus precoces genialidades, con sus ansías de desmesura irredentas.
Cuando lo vi a Charly García hace unos días en un par de eventos sociales de la mano de Palito Ortega tuve en mi conciencia una incómoda sensación de déjà vu la escena de ese rostro transformado por la química de la normalización. Amador redivivo en ese hombre que, casi pulcramente, caminaba de la mano de un ángel de la salvación. Quise deshacerme de la escena apelando a la magia ontológica del control remoto, pero no pude dejar de imaginar continuidades, prolongaciones, encadenamientos con lo ya conocido. Cuando procuré recuperar la escena, para verificar mis conjeturas, la noticia ya se había disuelto en los gozosos comentarios de quienes celebraban la normalidad (y la bendición) de vivir una vida sin fantasmas. En mi imaginación había visto a Charly García desabrochándose el saco y arrojando los instrumentos hacia el templo. Pero no pasó nada de eso. Había menoscabado la terrible eternidad en que se desenvuelven las vidas de los zombi y sobredimensionado la entidad de esos sueños que nos ponen a remedar pájaros del paraíso del exceso.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio

 

Poodwaddle.com