Reducir la erótica del pie a una medicalización psicoanalítica resulta por lo menos una intelectualización que saca el sentir del fluir existencial, que se caracteriza por su absoluta gratuidad, por su delectación improductiva. El objeto del deseo es un constructo absoluto (aún la reproducción humana -en su fisiología- es aleatoriedad, contingencia). Que la genitalidad agote la sexualidad es una construcción histórica susceptible de reconstruirse minuciosamente. Si el deseo del pie cae en la teratología de las perversiones es porque se juzga desde una inexistente e indeseable normalidad. El pie, su movimiento cándido, es gozado en su inocente fluir. Es ese fluir ateleológico lo que genera pasión, emoción y disfrute. El movimiento del pie es inconsciencia en un enorme porcentaje. Y cuando es instrumento de seducción consciente es racionalidad erótica, es tecnología hedónica, nunca perversión enfermiza. Es movimiento calculado para el placer. Encabalgamiento de la fisiología en la coreografía dichosa del deseo.
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