La Perinola

Como en un juego la vida da y quita. Pero la perinola es accionada por fuerzas absolutamente humanas. Pensar la realidad cotidiana es el objeto de estos apresurados apuntes críticos.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Antropología de la corporeidad. El animal que calza (43)


Juegos de pies.



Los juegos secretos que se entablan con el pie no consisten solamente en una exacerbación del ejercicio de lo prohibido o de la travesura: sino que están imantados de connotación erótica. Los novios se tocan los pies por debajo de la mesa con el fervor de un acto sexual desafiante. Los amantes se tocan los pies, y pierden el contacto con la realidad, tocando los pies de su amante en presencia de sus respectivas parejas. El estremecimiento y la adrenalina de estas furtivas búsquedas de los pies deviene de la connotación sexual y erótica del pie y no deben verse meramente, como anticipaciones de consumaciones sexuales genitales. 

Antropología de la corporeidad. El animal que calza (42)




La estética inutilidad del tacón alto.

La inutilidad del tacón alto. No hay razón de ser para el taco alto. Solamente hay una motivación estético-erótica. Por cierto que lo mismo pasa con lo puntiagudo de la punta del zapato, con los colores y con los materiales de los cuales están hechos. La ociosidad e inutilidad de estos detalles son, sin embargo, altamente significativos para desatar la atracción sexual. El calzado inútil, en rigor es expresivo, comunicacional, cálido, eróticamente persuasivos. Yo me cierno a la valía antropológica de estos apuntes, pero no es vano hacer notar que estas consideraciones psicosexuales están a la base de las estrategias de diseño, fabricación, publicidad y venta de los calzados. 

sábado, 29 de septiembre de 2012

Antropología de la corporeidad. El animal que calza (41)




La moda y el refuerzo erótico.
La moda como reforzador sexual. El deseo sexual se mide en función de los zapatos que se llevan. Los tacones, mientras más altos sean, expresan un mayor ímpetu erótico. El calzado desnuda. Sacarse los zapatos es mucho más que el prolegómeno de una relación sexual: es en sí mismo una conducta cargada de significación sexual. Los zapatos son verdaderas joyas y no pueden ser vistos como objetos de protección. Esa metamorfosis, ese salto de la tierra al cielo, es absolutamente captado por los diseñadores y fabricantes de calzado. Las relaciones son múltiples y sería absolutamente simplificador pensar que se trata de una mera satisfacción fundada en criterios lucrativos. Es como su pensáramos a los artistas como individuos que trabajan escogiendo cada palabra en función de criterios de marketing. El diseñador está imbuido de esta certeza que día tras día es más entendida por los seres humanos: que el zapato es un órgano artificial libidinoso. Perfectamente puede coexistir en zapato de altos tacones con ciertos juguetes sexuales en el armario pecaminoso de una mujer libre de prejuicios.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Antropología de la corporeidad. El animal que calza (40)




Feminizar el pie: la radicalización erótica.


El pie representa desde antiguo, en un gran número de culturas, el órgano sexual masculino, en tanto que el calzado se lo ha concebido como símbolo del órgano sexual femenino. Estas asociaciones culturales, sin duda, tienen sin embargo un asidero representacional. Hablan de un connubio muy profundo. Decir que el pie penetra el calzado es quizás una descripción usual, que a mi juicio, debe ser cuestionada (por lo menos en cierto tipo de calzados). Tal vez haya una reproducción del coito cuando se mete el pie en la bota o en el calzado cerrado, pero, ¿cómo hablamos de penetración en el caso de la sandalia donde el pie queda prácticamente desnudo? Es allí donde juega esta conceptualización de relación carnal, íntima, entre el pie y el calzado, relación que en el caso de la sandalia es evidentemente del orden de la sensualidad. Los grandes diseñadores saben que los tacones de punta o costados descubiertos son usados directamente por el carácter sensual de los mismos. Las sandalias atraen la mirada de los pies generando una situación de tensión sexual. La mujer juega con sus sandalias (descalzándose, colgándola del empeine o de sus dedos) y puede estar hablando de negocios. Pero sabe que el clima está ardiente en ese espacio. Sabe que está condensando la mirada y estimulando la fantasía. Este es el carácter sensual del zapato. Se trata de una dupla “naturalizada” o de una carne “tecnificada”. No importa, la prelación. De lo que podemos estar seguros es que se trata de una interpenetración erótica profundamente elocuente. Por cierto, que son muchas las zonas erógenas, pero las mismas permanecen relativamente cubiertas. Esto hace que el maldito y bajo pie sea, por lo menos en los tiempos contemporáneos, el órgano o instrumento sexual más frecuentemente exhibido. Embellecerlo con el calzado, feminizarlo radicalmente es un expediente legitimado de exhibición erótica pública.

jueves, 27 de septiembre de 2012

antropología de la corporeidad. El animal que calza (39)




Anarquía amorosa: el beso en los pies.


La estatuaria, la pintura, la literatura, la dramaturgia exhiben muchos casos donde el pie desnudo juega un rol importante. Santidad y pecaminosidad, pureza y lascivia aparecen asociados en muchas de esas escenas.  El pie humilla y el pie eleva. Son dos posibilidades que esconde su ontología erótica. Estar bajo el pie es un acto de sumisión, pero besar el pie es, también, un acto liberador dentro de las relaciones sexuales. El beso en el pie, la succión de los dedos, supone una confianza extrema: la democratización absoluta de la relación amorosa.  Esto se debe a muchas razones, entre las cuales, por cierto, adquiere relevancia la construcción del asco alrededor del pie. El pie huele a suciedad, el pie está en contacto con lo más bajo y lo más repugnante, el pie soporta la jornada y resume el cansancio. Besarlo supone la asunción del otro en su condición más terrenal: es la sacralización de lo profano. Volver objeto de adoración pasional al pie, por lo demás, manifiesta la entrega extrema y absoluta.
Por ello, el arte sublima las tensiones libidinosas en gestualidades que se aproximan más a la religiosidad que a la lascivia. Todas las prohibiciones que han pesado sobre el pie, han hecho que el mismo se convirtiera en una zona ampulosamente recubierta, aún a costa de inhibir o coartar su performance. En esa lógica de la represión, del castigo y de la pecaminosidad, el beso del pie de quienes tienen poder social, político y económico, no es sino una de las perversiones del deseo erótico. Besar el pie, en esas condiciones expresivas de sujeción y reverencia, equivalen a entregas lúbricas, repugnantemente disimuladas. Son formas psicológicas de violación.
Los besos desprejuiciados de las parejas que se acuestan en posiciones invertidas, de modo tal que los pies de ambos están a la altura de sus bocas, suponen la anarquía amorosa: esto es, la abjuración de todo poder, de todo dominio.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

antropología de la corporeidad. El animal que calza (38)(




Exilio de la desnudez.                 


¿Porqué ha pesado sobre el pie desnudo tanta interdicción, tanta cárcel, tanto ostracismo? Si no fueran indecentes y lascivos, si no fueran procaces y lujuriosos no pesaría sobre ellos tanta prohibición. Reyes, reformadores morales, gobernantes, el clero y la prensa –como expresión formal, tanto de la gazmoñería de los poderosos como de la supeditación mental de los sectores subalternos- no se hubieran ensañado con la extradición del pie del reino o la república de la figura humana decente y mostrable si los mismos no configuraran en el inconsciente reprimido la puerta de acceso a la desnudez como incitación a los placeres venéreos. 

antropología de la corporeidad: el animal que calza (37)



Erótica y morfología.


El contorno del pie posee un atractivo sensual. Contorno dinámico en la modulación sinuosa de sus movimientos al caminar. La curvatura del pie, el empeine (que el artefacto del erotismo del pie (calzado) exaltan y magnifican. Piénsese en los tacones donde el empeine y la curvatura confieren dimensiones hieráticas al pie. Le elevación del pie, su vuelo, gracias al tacón confiere al tobillo una gracia que multiplica su belleza natural. El pie elevado estiliza de tal modo la pierna que se torna irresistible a la mirada. Los dedos del pie, ligeramente presionados en esa posición de vuelo, se tornan más frutales. La inclinación de los dedos continúa esa verticalidad extremadamente elegante. 

antropología de la corporeidad: el animal que calza (36)



Estoy descalzo, estoy desnudo.

Escondido, metamorfoseado, elidido, prohibido, execrado…por todas partes las leyes, los mitos, los razonamientos disimulan la mirada del pie. Se bajan los ojos con un disimulo teórico y poético que todo lo sublimiza.  La estrecha relación entre el pie desnudo y las demás zonas sexuales, no me parece ser meramente una simbolización o sustitución. El pie desnudo es enteramente atractivo porque en el comienza la desnudez total. La desnudez no comienza en la cabeza. La cabellera será erótica para muchos, pero por razones que pueden ser del orden del símbolo o del signo y no por interpelación directa al deseo sexual. En ciertas culturas los individuos sentían más vergüenza al mostrar sus pies descalzos que al mostrar sus genitales descubiertos. Esta observación puede estar abierta a variadas significaciones, pero es indudable que demuestra que el pie no es visto como un mero apéndice sino como una parte central en la edificación del esquema corporal humano: estar descalzo, equivale, en algún sentido estar desnudo. Mi desnudez comienza por los pies y es sobre ello donde las miradas se concentran. Paulatinamente los ojos descubren o se concentran en la genitalidad, que, en el caso de la mujer, no es tan visible su morfología como puede ser el pie que expresa la totalidad de lo que soy como cuerpo desnudo: el pie desnudo me vuelve carne.




antropología de la corporeidad. El animal que calza (35)

Relación ¿natural? del pie y el calzado.

El pie es erótico. Extraña y baja encarnación de lo erótico. Sin embargo, por todas partes y en todos los tiempos el pie ha sido objeto del deseo. El calzado, su complemento natural (¿natural un objeto de la cultura?) lo ha acompañado, furtivamente, como un ropaje sensual. Más allá del carácter protector, su vocación ornamental ha revelado siempre esta continuidad natural. Consciente de la problematicidad de la noción naturaleza, se me ocurre que puedo, atrevidamente, hablar de fusión o interfaz erótica entre el pie y el calzado, porque vestir (revestir) el pie es un ejercicio de lascivia reprimida. Es difícil extirpar del pie su connotación sexual, connotación que no me parece meramente simbólica, alegórica o representacional, sino que conforma una expresión directa de la sexualidad. La desnudez del pie, su descalcez es erógena. El pie excita, y ello no tiene que ver con perversión o anormalidad alguna: se liga a la presencia primera de la carne como tentación, como incitación, como pecado.
 

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