Prólogo.
El
libro que tiene entre sus manos es una audaz, aunque incompleta, colección de reflexiones
en torno al erotismo y la sexualidad, cuyo punto de partida es una analítica, entre
poética y filosófica, del pie y del calzado. La incompletitud de estos apuntes es,
por lo menos, doble: a) porque carecen de la pretensión de relevar la totalidad
de la temática (por ejemplo, sólo he pensado en el pie y en el calzado
femeninos) y b) porque en ningún momento apela a un lenguaje de afirmaciones definitivas
o concluyentes. Todo está dicho con énfasis y pasión, pero intentando que cada
aseveración se convierta en una convocatoria a la discusión, a la crítica y
-por qué no- a la refutación o al asentimiento. Quizás también pueda hablar de
una incompletitud formal o metodológica, porque el libro está muy lejos de
comportarse como un tratado sistemático, erudito y académico, sino que está
concebido como una bitácora donde he registrado los pulsos de entusiasmo que me
llevaron a escribir sin que existiera un plan de trabajo previo, preexistente. En
ese sentido, defino a mi escritura como anárquica, porque no reconozco axiomas
o principios a los que les deba una subordinación teórica absoluta y, por lo
tanto, en el devenir narrativo de sus páginas, es posible hallar repeticiones,
colisiones y temblores conceptuales. No deberían verse las redundancias en que
incurre el texto como estafas autorales sino más bien como balbuceos adolescentes
que no cuajan nunca en una palabra categórica e inmodificable.
A
la ambigüedad temática abordada, que puede suscitar un escéptico desdén por quienes
continúan acatando las pesquisas de la policía académica encargada de preservar
la dignidad epistémica de los objetos de estudio, debe añadirse la ambigüedad metodológica
en que está escrito esté anómalo texto, pues resulta difícil definir en qué
género de la escritura se deben inscribir estas heterodoxas reflexiones. Por
defecto profesional, esta colección de pequeños ensayos acusan residuos filosóficos
en su costura expositiva y léxica, pero lejos de lo rigurosidad que impone la
conceptualización filosófica, he dejado, intencionadamente, que las ideas se
deformen hedónicamente en cauces poéticos, literarios y ensayísticos. Por
momentos, el libro procura expresarse en un lenguaje directo y claro, pero
tales propósitos son abruptamente abandonados cuando siento el peligro de
incurrir en vulgaridades inaceptables. También creo imprescindible declarar
que, a todas las discontinuidades epistemológicas y formales que el texto
encarna, habría que añadir mi voluntad de no renunciar un ápice al carácter
político de mi escritura, y, en tal sentido, los sucesivos parágrafos revelan
una posición política y un compromiso explícito con objetivos revolucionarios que tengan por objeto
favorecer y apuntalar la consecución inmediata del goce hedónico, única
dimensión humana con la cual –a mi entender- puede ser medido el éxito o el
fracaso de las acciones políticas que declaran como su objetivo la transformación
radical de la realidad social. Soy consciente que hacer radicar el objetivo del
obrar político en una conquista hedónica no ha sido un finalismo recurrente en
la teoría y la acción revolucionarias políticas, porque la austeridad
iluminista ha descuidado obstinadamente esta privilegiada dimensión de lo
antropológico. Antes bien, el progresismo político parece haberse encarnizado
con resultados emancipatorios recatados, minúsculos, ascéticamente
republicanos.
El
principio del que parto para definir al hedonismo
político es mínimo e intuitivo: si una propuesta política no es capaz de
hacer felices a las multitudes de sujetos individuales, entonces, esa forma de
la política es una mera declaración discursiva que sólo tiene como verdadero objetivo
la instrumentación de estrategias y acciones políticas que justifican y
consolidan apropiación y acumulación sectaria de poder y verdad en manos de un segmento
minoritario (aunque poderoso) de la sociedad. Y aunque no sea asunto de estos
apuntes explicitar una teoría de la
revolución, considero imprescindible aludir a diversos modos de
reapropiación colectiva de esa riqueza material y simbólica que constituye la
fenomenología óntica que determina y envuelve la cotidianidad existencial
humana. En tal sentido, este libro mostrará que el erotismo constituye una de las
dimensiones antropológicas portadoras de intensas gratificaciones, que debe,
necesariamente remitirse al conjunto de prácticas y saberes que deben ser
expropiadas, apropiadas y reformuladas por las multitudes en su proceso de
liberación singularizante.
Soy
consciente de que el libro es el fruto de un cúmulo de ideas que dan vueltas
por el mundo contemporáneo (no hay forma de escritura que no sea una
trasposición del tiempo y el lugar en que se produce) y si llegare a existir una
ínfima dosis de originalidad, creo que la misma reside en el acercamiento a la formulación
de lo que llamo una moral inmoral:
nada de lo que considero verdadero para mí, supone censura al modo en que
conciben la verdad los otros, siempre que esas verdades no impliquen la
clausura de todo diálogo y no sean portadoras de la supresión fanática del que
piensa distinto. Traducido
tal principio al más acotado universo del erotismo que me ocupa en este libro, las
referencias a las prácticas más duras de lo que podría conceptualizarse,
críticamente, como fetichismo de los pies, son escasas a lo largo del libro,
simplemente porque no se trata de una cuestión que considere relevante en mis
preocupaciones, y de ningún modo habría de inferirse de ello que yo sostenga
severos cuestionamientos a prácticas liberadoras y enriquecedoras que tienen
por objeto discutir la naturalidad adjudica a la sexualidad paradigmática: la reproductiva
heterosexual. Esta es la inmoralidad de la moral aquí defendida: el
acercamiento al pie y al calzado proviene de una compleja red de arterias de
significación hedónica. El tono de mi libro está inscripto en un melodioso
elogio de la belleza del pie, encomio que acepta un universo de posibilidades
podológicas, pero que también, se encuentra muy lejos de disculpar una casuística
de hechos aberrantes que pueda derivar en cualquier tipo de acto –premeditado o
no- de violencia contra la libertad, deseo, integridad y vida del otro.
Es
un libro que puede comenzar a leerse en cualquier página porque no se trata de
un desarrollo orgánico y sistemático en donde la línea diacrónica del
pensamiento marca procesos, estadios, evoluciones. Al tratarse de un libro que
yo inscribo en una epistemología de la
vida cotidiana, el lector habrá de hallarse con la espontaneidad de lo
vital y si hay una cierta crispación conceptual por momentos, yo apuesto a que
los mismos serán sorteados por el retorno a un lenguaje corriente, ligeramente
embellecido por una estética de la erótica, a la que no podemos renunciar para
no arriesgarnos a perder aquellos rasgos que proporcionan la especificidad del
animal humano. Sin violentar esto que acabo de referir he añadido un índice que
puede servir, en el caso que algún tópico entusiasme particularmente, para
volver al mismo con facilidad.
Quiero
expresar mi agradecimiento a María Cristina Boiero que ha tenido la amorosa
deferencia de leer con detenimiento el original para devolverme sus
apreciaciones y correcciones estilísticas. Asimismo, quiero reconocer los
aportes y el estímulo que mi esposa, Sonia Domowicz (seguramente desde la
parcialidad que mana del amor), me ha brindado durante años en las
conversaciones recurrentes que sobre el tema hemos mantenido.